Wednesday 9 February 2011

Acá y allá

La traducción es un ejercicio mediante el cual trasladas el significado de un texto redactado en otro idioma a las exigencias de tu cliente o jefe. Esta afirmación parece un tanto sarcástica, pero créanme, es así.
Y no es que los clientes o jefes sean unos tocapelotas (en algunos caso sí lo son), el problema es que dependiendo del lector final se deberán utilizar unas palabras u otras, unas expresiones u otras, incluso unos tiempos verbales u otros. Por supuesto, en muchos casos no podemos utilizar los mismos términos para expresar idénticos significados en un español de España y en español, por ejemplo, de México. No obstante, resulta empobrecedora culturalmente hablando esa gente que, partiendo de la dicotomía bien/mal que tanto de lo segundo ha hecho en el mundo, afirma que lo suyo es mejor.
En este blog de Cristian Fallas Alvarado aparece un texto en el que se resume la nueva ortografía y en los comentarios, un ahijado de Cristóbal Colón se lleva las manos a la cabeza por el “grandísimo problema” que supone que se homogenice el español global. Y no se crean que este soberano borrico es un reducto de antiguos fueros hispánicos, son un buen puñado los que opinan que la pureza del español de España se verá dramáticamente contaminada por la supuesta ignorancia de la “colonias”.   
En definitiva, resulta gracioso (o penoso) ver cómo un alto número de personas, en general “de acá” sienten que el castellano que hablan es más correcto que el de “allá”. Y no se lleven a engaño, queridos y letrados lectores: no me queda claro que 45 millones de españoles hablen mejor español que 115 millones de mexicanos, por ejemplo. Si alguna vez tienen que traducir un texto cuyo público sea latinoamericano, lo más adecuado es decir "carro" o "auto" en lugar de "coche", dependiendo del país. Digo y subrayo adecuado, ya que lo que estamos buscando es la comprensión de lo que escribimos, no la corrección estatutaria de lo que redactamos. Además, en cuanto a la normativa, se sepa que no existe una única academia de la lengua que monte saraos, allá también hay academias, todas tan válidas como la Real, en el sentido nobiliario del término.
 Por tanto, es igual de legítimo carro y coche, durazno y melocotón, maní y cacahuete, etc. La diferencia la marca el escritor, no el traductor, por mucho que nos joda. Nosotros, como intermediarios que somos, debemos tener la capacidad y las competencias necesarias para adaptar nuestro texto al público objetivo, y si éste utiliza “carro” pues con carro que nos quedamos dejando de lado la nacionalidad y estúpidos orgullos salidos de Dios sabe dónde.
Ver el mundo con una visión etnocentrista es un grave problema, y si el etnocentrismo se resume en una actitud condescendiente y de superioridad, podemos decir que en 500 años no hemos evolucionado nada. Somos los mismos cavernarios polvorientos e insanos que llevaron la miseria a América. Que levante la mano aquél españolito que crea que escribe mejor que Vargas Llosa o Cortázar o Ribeyro o Bolaño o García Márquez…
Ahí queda eso.

2 comments:

Calle Rosetta said...

Muy bien dicho, Armando. Me ha gustado mucho el artículo.

Curri said...

Me ha gustado mucho. Aunque sea española, pienso que hay que aceptar que, al otro lado del charco, se diga "auto"... Aunque, sinceramente, lo de durazno y maní lo he oído yo también por esta parte del Atlántico. De hecho, mi padre, madrileño, dice manís al maíz y lo de durazno creo que se lo he oído a mi madre, de Salamanca, así que, mal, no está, siempre y cuando lo acepte la RAE. Creo que aceptar todas estas diferencias es lo que realmente enriquece la lengua española. Como las diferencias que hay dentro de la misma España, que no deberíamos decir que un andaluz no sabe hablar castellano solo porque use otras palabras o expresiones :)